martes, 31 de julio de 2012

¿Quién aguanta más?

Estábamos en la galería. Era tarde. Ethan me acompañaba a casa. Había sido una cita agradable. Paseo desde mi casa al cine. Vimos una película estupenda. O eso creo. No, no es lo que pensáis. No nos estuvimos dando el lote durante toda la película. Todo lo contrario. Ese día nada de besos. NA-DA. Y todo gracias a una apuesta. Ridículo, lo sé, pero tampoco estaba tan mal. Después del cine cenamos pizzas en mi italiano preferido y fuimos a tomar algo mientras jugábamos al billar. Esa cita era parte de la apuesta. Provocaciones por todos lados, a ver quién caía antes. Y yo no tenía intención de caer.
La partida de billar fue interesante. A mi no me importaba ganar (esta vez), pero aproveché mi oportunidad. Leves roces al pasar, tardar un poco más al tirar. Ya sabéis. No tenía pensado perder esa apuesta. Me negaba. Y él lo sabía. Aguantaba muy bien toda esa situación, incluso intentó ponerme celosa con la camarera. Pero a mi no me engañaba. No era su tipo de chica. Tenía varios tatuajes y enseñaba carne de más para su gusto. Cada vez que veía sus intentos de ganar la apuesta se me escapaba una risita. Esto no le pegaba para nada, así que salimos de allí para que yo pudiera ir a casa.
Ya estábamos en la galería. A mi se me había ocurrido una idea desde hacía rato, pero me daba miedo su respuesta. Y algo de vergüenza, la verdad. Esperé hasta ese momento, en el que la galería a medio iluminar podía cubrir mi sonrojo.

-Ethan. - Le susurré.
-¿Qué pasa Mia? ¿Tienes miedo a un poco de oscuridad? Ya estamos llegando a la calle principal, estoy contigo, no tengas miedo.
-Ethan, te equivocas. Estaba pensando que... Bueno... Cierra los ojos.
-¿Que cierre los ojos? ¿Que pasa, no eres capaz de acabar la apuesta? - Me preguntó divertido, pero aún así cerró los ojos.
-Le cojí la cara entre las manos y le aparté el pelo castaño de la frente. Me encantaban esos rizos. Lo llevé suavemente hasta la pared, donde él apoyó la espalda. Le pasé las manos por el pelo y él me pasó los brazos por la cintura. A la vez que jugaba con su pelo me apoyé en su pecho. y poco a poco, empecé a darle besos en el cuello. Se volvía loco cada vez que hacía eso. Fui intercalando esos besos con pequeños mordiscos. Con el primero de ellos jadeó. No se lo esperaba. Fui sabiendo lentamente hasta la mandíbula. Le acaricié la mejilla que no estaba besando y me moví hasta la comisura de boca. Una sonrisa triunfadora iluminó su cara.

-Sabía que no serías capaz, Mia.
-Eso ya lo veremos.- Le dije mientras que apoyaba mi frente en la suya. Mis labios estaban muy cerca de los suyos. - ¿Estás tan seguro, Ethan? - Le pregunté en susurros, con nuestros labios casi rozándose.
Seguí su nariz con la mía, hasta que sus labios me quedaron más cómodos. Cogí su labio superior entre los dientes y tiré suavemente. Ethan dio un respingo y me cogió más fuerte. Recorrí su labio inferior con un dedo y le susurré al oído:

-Creo que aún estamos empatados, cariño.
-Dios mío, Mia, ¿qué voy a hacer contigo? - Preguntó con su cabeza sumergida entre mi cuello y mi pelo.- Eres insoportable. Cállate.

Y así es como el magnífico Ethan me calló a besos, a abrazos y a amor. Los dos habíamos ganado esa apuesta. Pero yo, a parte de ganarme a Ethan y unas entradas para ir con él al concierto de nuestro grupo preferido, gané un castigo por llegar tarde a casa. Y por primera vez, ese castigo me encantó.




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